Mi cuerpo está hecho para correr.
Esta afirmación es la mayor perogrullada que se puede escribir, ya que el cuerpo humano está literalmente hecho para correr distancias medias y largas.
Piernas largas, dedos cortos, pelvis estrecha y glúteos mayores desarrollados son las características únicas del genus Homo que nos han permitido trotar largas distancias en busca de presas durante milenios. De hecho, yo también vi mucho de eso de perseguir presas en las discotecas, en mis tiempos mozos. No os voy a abrumar con datos científicos, pero es fascinante que el glúteo mayor, el músculo más grande de nuestro cuerpo, sea uno de los rasgos humanos más distintivos. Es esencial para correr, pero no para andar1. Este hecho me ha hecho reflexionar sobre la mecánica y el reclutamiento muscular durante el twerking (ese baile tan “molón” del reggaeton). Por desgracia, no he podido encontrar ninguna literatura científica al respecto.
Pero insisto. Mi cuerpo está hecho para correr. El problema es que nací en una familia de peña que sólo se levanta del sofá para elegir el siguiente libro de la estantería, así que mis talentos atléticos han quedado, tristemente, sin explotar. No pretendo ser ninguna diosa jamaicana de la velocidad, entre otras cosas, porque soy tan española como la que más; pero yo solía ser rápida. Alcancé la cima de mi talento a los doce años y, tras las Olimpiadas de Verano del Bell House School (BHS) en 1991, abandoné la pista para dedicarme a holgazanear con un libro.
Las Olimpiadas de Verano de BHS eran los juegos mundialmente conocidos únicamente por las chicas que asistían al colegio del mismo nombre y sus padres pijos. BHS fue (¿es?) el colegio privado al que asistí de 1989 a 1991, cuando mi familia se trasladó al Reino Unido. Lo detestaba por muchas razones, siendo la principal la de no encajar.
Junio de 1991. Es la carrera de 200 metros. Aquí estoy, con doce años, en la pista junto a todas esas otras chicas esnobs. Eso es combustible suficiente para mí. No necesito más dopaje; voy hasta las cejas de odio.
Suena la pistola y empiezo a correr. Mis ojos están fijos en la primera curva, donde alcanzaré y luego dejaré atrás a todo el mundo. La primera curva ya ha pasado y ahora veo la línea de meta. El resto, todo lo que queda fuera de mi visión de túnel, está borroso. Oigo los vítores ininteligibles de la multitud, pero de repente, como si el tiempo se ralentizara o como si mis piernas lo hubieran alcanzado, oigo claramente la voz de Katie en mi oído izquierdo.
“Callaos, no puedo, callaos”.
Y sé que el público la aclama, pero ella no puede conmigo y grita de desesperación. Media fracción de segundo después, por encima de los vítores de la muchedumbre gris, oigo claramente a mi derecha la voz de mi madre, y la vislumbro, con sus gafas de sol y su vestido blanco y amarillo, gritando con su acento español más inconfundible pero en un inglés alto y claro.
“¡Go, Ana, GO!” (“Vamos, Ana, VAMOS!”)
Y voy, y las dejo a todas atrás: a las Katies, a las Donnas, a las Emmas.
“Morded el polvo, zorras”, piensa mi cerebro de doce años en palabras de doce años que no recuerdo, pero que sé cómo se sentían.
Cruzo la línea de meta la primera. Me siento invencible. Me siento genial. Es perfecto.
Hoy en día, cuando corro largas distancias, alrededor de los 90 minutos vuelvo a oír el lamento de Katie en mi oído izquierdo y la voz de mi madre en el derecho. Creo que es lo que llaman el subidón del corredor, cuando estás borracha de endorfinas, movimiento, sudor y vida.
“¡Go, Ana, GO!” y sigo corriendo.
Este retazo de mi infancia tal y como yo la recuerdo está inspirado en una historia que escribió
hace un tiempo sobre un chico de su clase que era rápido. Deberíais leerla, porque es buena, como todo lo que escribe Deirdre.Bramble, D., Lieberman, D. Endurance running and the evolution of Homo. Nature 432, 345–352 (2004).
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And you are stil running, where ? I do not know or maybe yes, but you always will have my "go Ana go". Gracies per compartir alguns trocets de la adventura de la teua vida. Love from mum.
¡¡¡Se me ha acelerado el corazón mientras te imaginaba tomando esa primera curva!!! Qué historia tan genial y qué adorable con tu uniforme del BHS. Pero más allá de la potencia física, tengo la corazonada de que fue tu fortaleza mental la que te llevó a la victoria. Una fuerza que, sin la menor dudas, has ido desarrollando cada vez que te levantabas del sofá para coger otro libro.