Foto que he descargado de internet tras googlear “Jean-Paul Sartre Café de Flore.” No tengo ni idea de quiénes son las personas de la foto, pero parece un grupo majete, igual que nosotros en Soaring Twenties.
Cuando leáis esto estaré en la semana 5 de mi experimento de ociosidad. He hecho trampa, por supuesto. No he desconectado del todo porque soy miembro de “The Soaring Twenties Social Club.” Tenemos una cuenta en Discord, y las conversaciones que mantenemos allí son demasiado buenas para dejarlas pasar. He conseguido racionalizar mis trampas estableciendo un paralelismo entre Discord y el Café de Flore en un intento de equipararnos a Jean-Paul Sartre y su panda1. Si tenéis curiosidad por saber cómo funciona hablad con
y ya de paso, leéis su ensayo sobre el mismo tema que nos ocupa estos días. Es de lectura obligada (a mí, al menos, me abrió los ojos).En cualquier caso, la señorita Eficiente que llevo dentro ha comprobado el “tiempo de pantalla” en mi iPhone y puedo confirmar que ha disminuido notablemente. He bajado a 1 hora y 28 minutos al día de media. Podríais comentar: “¿Eso no es mucho para alguien que está tratando de no estar estar colgada de su teléfono?”, y estaríais en lo cierto. Pero en mi defensa, admitiré que antes de este experimento tenía una media de 5 horas 30 minutos y que esta semana, lo máximo que he consultado es Google Maps para navegar por Barcelona, donde C y yo fuimos a un concierto de Pearl Jam. Creo que esta carrera hacia la ociosidad empieza a tener algunas características adictivas propias... Siempre consigo darle a todo un toque competitivo, incluso a la pereza. Como diría Lord Peter Wimsey: “Nací así, esto no hay milagro que lo arregle.”2
Estoy de vacaciones en mi pueblo natal, concretamente en casa de mis padres. Hay algo mágico en volver a un lugar en el que pasaste una gran parte de tu infancia y juventud. Como echar de menos a mi familia es uno de mis pasatiempos favoritos, volver a casa tiene momentos realmente cautivadores. Me deleito en el olor de las sábanas cuando abro la habitación en la que solía dormir. Me recreo abriendo el armario donde encuentro vieja ropa colgada. Sonrío cuando recuerdo la vez que me puse aquel vestido y pensé que jamás me había visto tan guapa, y cómo aquel abrigo de estampado estrafalario rompía el hielo entre extraños.
Abro uno de los cajones y encuentro un libro que no recuerdo, pero que debo de haber leído, ya que encuentro una vieja foto de fotomatón que me hice en 2010 según la fecha al margen, que hace las veces de marca páginas. Hojeo rápidamente las páginas y veo una dedicatoria para mí, escrita de puño y letra por alguien cuya firma no reconozco.
Para Ana, con todo el carino y toda la admiración por hacer del mundo un lugar mejor. Con un abrazo enorme.
Los ojos se me llenan de lágrimas.
¿Hacer del mundo un lugar mejor? ¿Quién era esa persona? ¿Cuánto, en una escala de cero a diez, la decepcioné?
Igual os estáis preguntando cómo un comentario tan bonito puede suscitar una reflexión tan sombría. Y es cierto; debería consolarme pensando que alguien, en algún momento de su vida, pensó que yo había contribuido a hacer su existencia más agradable, lo suficiente como para tener la necesidad de 1. regalarme un libro y 2. escribir en él diciéndome que yo había hecho del mundo un lugar mejor. Pero aquí viene la parte complicada: mirarse al espejo para ver en quién te has convertido y ver que no coincide del todo con lo que se suponía que debías ser puede ser un ejercicio difícil.
Cuando escribí mi tesis doctoral (posiblemente el único libro que publicaré), incluí en la página inicial una cita de san Josemaría Escrivá de Balaguer que dice: “¿Qué… no puedes hacer más!? -¿No será que… no puedes hacer menos?” Esa frase que en mis años mozos era una fuente de inspiración ahora parece ser la raíz de un desasosiego del que me gustaría deshacerme pero que no he descubierto cómo (todavía).
Sólo por diversión, busco en Google “síndrome de la supermujer”, pensando que encontraré un montón de citas engañosas sobre cómo las mujeres pueden con todo. Y he aquí que encuentro un montón de artículos que definen precisamente esa sensación de “tengo que llegar a todo” que arrastro3. Voy uniendo los puntos para entender mejor mi tensa relación con la ociosidad. Mis investigaciones me llevan a reflexionar sobre el hecho de que la ociosidad, en su horrible sinónimo “pereza”, se considera un pecado capital. Entremos en materia.
Los siete pecados capitales empezaron como “ocho malos pensamientos” denominados así por un tal Evagrio Póntico, que los enumeró como gula, lujuria, avaricia, ira, acedia/pereza, tristeza, vanagloria y orgullo. San Gregorio Magno (Papa Gregorio I) eliminó la pereza, añadió la envidia e hizo del orgullo el gobernante de los otros siete porque, y citando a C.S Lewis, “el orgullo viene directamente del infierno”4. Por ironías de la vida son los pecados mortales “menores”, los relacionados con nuestra naturaleza animal (gula, pereza y lujuria), los que reciben la peor fama y en los que se pone todo el énfasis en evitar. El orgullo en los hombres se celebra como un rasgo de carácter fuerte y seguro de sí mismo. En cambio si las mujeres expresamos orgullo, o somos unas zorras o unas creídas.
Pero estoy divagando. Hablábamos de la pereza.
Tomás de Aquino revisa la lista, recupera la pereza y elimina la tristeza. Ahora viene lo difícil, porque tengo que admitir que no soy imparcial, así que intentaré exponer mis ideas de forma equilibrada: ¿por qué puñetas deberíamos seguir los dictados de Santo Tomás? un místico glotón que escribió pasajes maravillosos como:
“Acerca de los herejes deben considerase dos aspectos: uno, por parte de ellos; otro, por parte de la Iglesia. Por parte de ellos está el pecado, por el que no sólo merecieron ser separados de la Iglesia por la excomunión, sino aún ser excluidos del mundo por la muerte.” Summa Theologiae.
Sólo tengo una palabra para este pedazo de bondad humana: encantador5.
Sí, Tomás de Aquino no me cae particularmente bien. Aunque se le considera un hombre sabio, conocemos a muchos otros hombres sabios que se equivocaron antes y después de Santo Tomás, así que ¿por qué su reintroducción de la pereza (u ociosidad) debería considerarse un punto sin retorno? Me temo que es porque, como con todo lo catalogado como pecado, se nos ha dicho que la dicotomía ocio/trabajo es de blanco o negro; parece que no hay lugar para los grises.
Me estoy leyendo varios libros sobre la ociosidad de diferentes autores y tengo que admitir que he llegado a la conclusión de que la especie humana no sabe nada de ni de equilibrio ni de variedad. O eres vago o estás haciendo el trabajo que te corresponde, ni más ni menos. Y ese trabajo implica tachar las 1354 tareas pendientes de una lista interminable, estar disponible por teléfono o correo electrónico 24 horas al día, 7 días a la semana, y quedarte despierto por la noche para terminar lo que no has podido durante el día (que probablemente no has hecho porque estabas contestando correos idiotas que no podían esperar). Parece que no hay término medio. No hay forma de que nos sintamos satisfechos trabajando adecuadamente y chimpúm. Hoy en día si algo es “suficiente” es básicamente mediocre. Ya no se puede ser competente, uno tiene que ser excepcional.
En mis cavilaciones bajo una sombrilla o chapoteando en la piscina, he estado tratando de entender por qué una vida con propósito parece representarse como una en la que el objetivo es ganar todo el dinero que se pueda, ser famoso, ser el mejor en algo o correr en una rueda de ratón hasta la muerte. Hoy en día, hay que aspirar a viajar por todo el mundo, esquiar en invierno, bañarse en alguna playa paradisíaca en verano, aprender cinco idiomas, jugar al tenis a la perfección, machacarte en el gimnasio, sacar buenas notas en todos los exámenes, lucir una tableta de chocolate en la tripa (de músculos, no de cacao y azúcar) y rendir al máximo en el trabajo. ¿Cuándo llegamos a esta conclusión? ¿Desde cuándo tenemos esta necesidad de estar disponibles todo el tiempo para no ser considerados holgazanes? ¿Cuándo se convirtió la productividad descerebrada en la máxima virtud a la que aspirar?
Aquí me veo obligada a matizar, puesto que algunos de vosotros sabéis a lo que me dedico. No, ver pacientes con cáncer de mama no es “productividad descerebrada”, pero las listas de espera son reales, y la necesidad de más médicos y enfermeras que no están siendo contratados es real, abrirte consultas extra en el tiempo que habías asignado a la investigación es real, y toda esta realidad se traduce en un sentimiento amargo de nunca hacer lo suficiente que es muy real también. Además, el tener ganas de leer libros de Agatha Christie o incluso dormir sin más cuando llegas a casa en lugar de tachar mierda de esa interminable lista de tareas pendientes es de lo más real que hay. Vamos, que podéis leer entre líneas que mi sentimiento de culpa por no llegar a todo es material suficiente para escribir una de esas autobiografías deprimentes del siglo XVIII6. Como muchas ahí fuera, soy una de esas mujeres que crecieron escuchando: “¡Tú puedes con todo! pero ojito, que si empiezas algo no puedes dejarlo a mitad, ¿eh? ¡Ah! y más vale que lo hagas perfectamente porque si no esto del feminismo no tira p’alante. Y por supuesto di SÍ a todas las oportunidades que te ofrezcan, que algunos trenes sólo pasan una vez. ¿Es polvo eso que veo en tus encimeras?”
Escribo páginas y páginas en mis libretas y posts en Substack sobre la diversión, las prioridades, la familia, la gratitud, sobre hacer lo que te dé la gana y muchos otros nobles ideales para luego dar vueltas en la cama pensando: “¿en realidad, soy suficiente?”
¿Cómo me bajo yo de este carrusel? ¿Se os ocurre alguna idea?
Ya véis, mis pequeños saltamontes, todos los esfuerzos que estoy poniendo en el arte de la ociosidad me han dado mucho que pensar. Pero aquí lo dejo, me voy a tumbar un rato en la hierba, a ver si se me pasan las ganas de cuestionarme.
Vuestra en divina (im)perfección,
Ana (ocióloga en prácticas)
PD: Lo sé, lo sé, no os habéis suscrito para leer las meditaciones pesarosas de una mujer de mediana edad, así que sólo por llegar hasta aquí y no daros de baja, os dejo con tres pequeños regalos para los sentidos:
Just Breath, la canción de Pearl Jam. No la tocaron en el concierto de Barcelona, pero C dice que le hace pensar en mí. Creo que este tipo de cosas deberían figurar en el currículum en un apartado especial titulado “éxitos conseguidos sólo por existir.”
Una foto de la carrera Anfibios que hice con C, MJ y S. Escribiré más sobre ello en algún momento ya que fue diversión en estado puro.
Y una última cosa para que paséis un rato agradable pensando: ¿qué logros pondríais en la sección de “éxitos conseguidos sólo por existir” de vuestro currículum? Yo voy a añadir al anterior del “Just Breath” el sonido de mi risa que es celestial.
Entiendo que para los puristas Sartre era más de los años 40-50, pero vamos, esa es la idea. Además, soy consciente que los “chats online” distan tanto del Café de Flore como los perros de los bebés. Entiendo la diferencia como estoy segura de que los dueños de perros saben que sus mascotas no son niños.
Mi propia traducción de una cita del libro de Dorothy L. Sayers “Hangman’s Honeymoon”. Lord Peter Wimsey es mi alma gemela literaria. La cita original dice “I was born like that, so it’s past praying for.”
Si vais a PubMed y escribís el término de búsqueda "Superwoman schema", encontraréis una plétora de artículos científicos sobre este fenómeno que afecta a las mujeres, especialmente a las afroamericanas. He aquí un ejemplo.
Este es un tema controvertido, ya que también he leído que Gregorio fusionó la “acedia”, que en griego significa “falta de interés por algo”, con la tristeza y denominó la combinación “pereza”. Ahora, yo no sé a vosotros, pero a mí la falta de interés en cualquier cosa combinada con la tristeza me huele a depresión clínica. Interesante que los antiguos Cristianos consideraran la depresión clínica como un pecado capital. Uno podría pensar- ¡Ja! Ya es bastante malo tener esta enfermedad, ¿y ahora también tengo que arder en el infierno por toda la eternidad a causa de ella? Pero yo no soy psiquiatra, y estoy divagando de nuevo. Para los curiosos, podéis leer más aquí: https://en.wikipedia.org/wiki/Evagrius_Ponticus#Logismoi. https://www.history.com/news/seven-deadly-sins-origins https://www.brepolsonline.net/doi/abs/10.1484/M.STT-EB.5.127312
Leer con tono rebozadito de sarcasmo.
Reconozco que no me he leído ni una. Los textos plañideros me horrorizan.
Hola! si queréis contribuir a ayudarme a seguir escribiendo, por favor plantearos hacer una pequeña donación (seguid el botón de “buy me a coffee”) o haceros suscritores pagados si podéis. Yo os lo agradeceré infinitamente.
Otros posts sobre el ocio:
Y el séptimo día Dios descansó.... pienso que en el momento actual tenemos un bombardeo tan grande de todo que se puede descansar del trabajo 24horas y de otras cosas (por ejemplo aparatos electrònicos) más tiempo durante la semana y además es bueno apuntarlo en la agenda para que no se te olvide. Y una cosa más: Il dolce far niente... los italianos ya sabían de que va el tema hace mucho tiempo. Y far niente es "dolce", no es pecado. Tendremos que buscar a algun sabio italiano y ver cuanto rato de far niente es bueno o encontrar nuestra fórmula personal. ¿qué tal eso para éxito conseguido en tu CV?
☕️ 💖