Dibujo de
La canción "Dear Avery", de The Decemberists, resume, en sólo cuatro estrofas y un estribillo mis peores pesadillas. En un momento dado, Gillian Welch y David Rawlings, cantando a coro, suplican a Avery: "But don't you shake alone" (Pero no tiembles solo), y luego Colin Meloy le pide con una desesperanza desgarradora: "Please, Avery, come home" (Por favor, Avery, vuelve a casa). En mi angustia por el porvenir de Avery, quiero salir corriendo, buscar a Avery y hacerle volver a casa, esté donde esté.
Hace diez años, podía escuchar esta canción sin darle mucha importancia. Hace casi nueve años nació mi primer hijo y, desde entonces, la misma canción siempre me provoca un dolor de pecho un poco demasiado incómodo. Casi siempre consigo mantener a raya mis preocupaciones, pero los problemas imaginarios aparecen de vez en cuando. Es entonces cuando cojo a uno de mis hijos, el que esté más a mano, lo estrujo entre mis brazos y le susurro: "Te quiero, y no hay nada que puedas hacer, nada que pueda pasar que cambie eso". Lo que realmente quiero inculcarles es que "siempre puedes volver a casa", pero puede que simplemente piensen que estoy loca, ya que lo único que dicen mis hijos de 8 y 6 años es "Hmm... ¿vale?". Mi hijo de tres años, en cambio, sólo dice "bajskorv", su palabra favorita en este momento, que significa "cagallón" en sueco.
Esto es lo que nadie te cuenta sobre la paternidad. En el momento en que tus hijos se hacen realidad, te ves obligado a vivir el resto de tus días vagando por la tierra dando palos de ciego, tratando de encontrar la fórmula para criarlos con éxito. ¿Cómo puedes ayudarles a convertirse en adultos resilientes, emocionalmente estables y autosuficientes que te pidan ayuda cuando tengan problemas (y vuelvan a casa si es necesario)? No existe ningún libro que te dé la respuesta. Lo sé porque los he leído todos.
Leyendo toda la literatura sobre el tema la he liado parda; porque, siendo española casada con un italiano y viviendo en Suecia, la confusión sobre los métodos de crianza que debería aplicar es demasiado grande. ¿Debo usar el método sueco, danés, finlandés, holandés o francés? ¿Por qué no existe el español? ¿Tanto la han cagado mis padres? ¿Y los italianos? ¿Por qué no tienen su propio libro? Bueno, olvidemos esto último. El hecho de que los “niños” italianos tarden en “volar del nido” una media de 30 años no es un buen reclamo publicitario para ningún libro. Aquí tengo que aclarar que con "Por favor, Avery, vuelve a casa", no quiero decir "Por favor, quédate en casa para siempre mientras yo cocino y te lavo la ropa hasta que encuentres a otra persona que lo haga por ti".
Además de criar a tus hijos según otra nacionalidad que no sea la tuya, puedes mutar de forma y ser madre tigre. Esto se lleva mucho en Estados Unidos. Mientras tarareo el "Himno de batalla de la madre tigre", busco las credenciales de su autora, Amy Chua, para entender qué es lo que la convierte una líder en el campo de la crianza. Resulta que es abogada corporativa. Estoy anonadada. No digo nada más.
Por supuesto no me detengo aquí; necesito hacer caer a Elisabeth Pantley, cuyo libro “The No-Cry Sleep Solution” (Dormir sin llanto) sólo consiguió que me sintiese inútil como madre mientras mi hijo y yo llorábamos a coro. No me queda muy claro por qué tiene una página dedicada en WebMD. No obstante, su reclamo para ser experta es que es “educadora de padres” (me pregunto qué universidad da ese título académico), es madre, entrenadora del equipo de softball de alguno de sus hijos y presidenta de la Asociación de Padres y Maestros del colegio. Que alguien le dé a esta mujer una plataforma más grande, más amplia, MEJOR. ¡Esta mujer sabe cosas! No sé muy bien qué cosas sabe, pero las sabe. No contenta con lo de enseñarnos a dormir a nuestros hijos resulta que tiene una biografía completa de- “inserta cualquier verbo aquí” sin llanto. Si alguna vez publica “olvídate del inútil de tu ex francés sin llanto", quiero una copia firmada.
Empiezo a sospechar que la gente que ha sido capaz de producir adultos medianamente funcionales siente la necesidad de decirle al resto del mundo cómo deberíamos hacerlo nosotros también. Definitivamente ese es un tren al que me quiero montar. Dentro de unos años, si veo que mis hijos a los veintipocos son capaces de repetir algún poema de Shakespeare sin mirar la chuleta, publicaré mi propio "Cómo educar a los hijos con el método mediterráneo con pinceladas de surströmming".
Creo que estos libros tienen tanto éxito porque se alimentan de nuestro miedo más profundo a meter la pata con nuestros hijos, pero también porque la unidad familiar occidental actual está muy aislada. Criar a los hijos solía involucrar a todo un pueblo. Los profesores eran figuras de autoridad respetadas y otros adultos podían decirle a tu hijo que estaba haciendo algo mal si ese era el caso. La gente hablaba entre sí, y era de todos sabido que si la caca de tu hijo es un poco más verde, no necesitas ir a urgencias a las 3 de la mañana. Hoy en día, buscamos en Google esta “mierda” y normalmente acabamos en la página menos informativa diagnosticando a nuestros hijos una enfermedad que posiblemente necesitará una hemicolectomía.
El último libro que leí sobre “educación infantil” fue el mejor con diferencia. Fue el único que me dio permiso para equivocarme, y era demasiado divertido como para tomárselo en serio (a menos que tengáis un problema con la bebida). Ese libro me permitió cerrar el círculo y comprender que no existe una fórmula mágica, pero que probablemente todo saldrá bien si dejamos jugar a nuestros hijos, les escuchamos cuando nos cuentan cosas, somos pacientes con ellos y, en general, somos gente decente.
Cuando se trata de ser padres, todos estamos perdidos, y sin embargo, si hay algo que se aprende con la práctica, es esto. Así que estoy aprendiendo a perdonarme y a pedir perdón a mis hijos, porque las cagadas son inevitables, pero también me doy cuenta de que hago muchas cosas bien, y eso es digno de celebración.
No digo que no leáis estos libros, pero sugiero que si váis a hacerlo, los leáis todos o al menos uno que quede a cada extremo del espectro y un par que caigan en medio. Así garantizamos un sueldo digno al conjunto de autores. No vayamos a discriminar que la gente tiene que comer.
Nota de la autora: los links que añado no son para que compréis los libros. La científica que llevo dentro me empuja a citar y documentar todo lo que digo; pero Dios os libre de caer en la misma trampa que yo.
En España cuando por ahí por el ¿2005? se hizo muy famoso un tal Carlos González que es pediatra. Os voy a confesar que no suelo leer en Castellano, pero este libro lo tenía de mi hermana y lo abrí. No pasé del primer capítulo, por dos motivos- el primero es que me parecía un corta y pega del Dr. Sears (pediatra americano al que también he leído y al que pondría a comer a parte) y la segunda es porque presentaba una visión de la MATERnidad (que no de la PATERnidad) esclavizante. Pero lo dicho, que sólo me leí el primer capítulo y igual me he perdido la fórmula que buscaba… si tenéis opiniones al respecto, por favor comentad y abramos un debate.
Enhorabuena. Leer me produce angustia, nauseas, mareos…
Normalmente, por lo general, la mayoría de escritores (y con esto no pretendo incluirlos a todos, pero casi) escriben para lectores sin dificultades, lectores muy entrenados, a quienes una página llena de letras les parece una nevera llena a rebosar de alimentos para la mente, incluso puede que para el alma. Para mí, esa página es como el armario de mi hijo adolescente. Cierras las puertas en cuanto lo abres porque ponerlo en orden es tarea imposible.
Sin embargo, espero tus post con impaciencia. Sé de antemano que la historia que me dispongo a leer va a ser brutal. Profunda, pero divertida. Como tú. Pero también sé (y por eso empiezo a leer) que, al poco de comenzar, me darás un respiro con un paréntesis, unas comas en principio aclaratorias pero que descansan a mis ojos (y con ello a mi lento procesamiento cerebral).
Imagina cómo habrá sido criar y leer sobre crianza. Las dos cosas a la vez. Pues eso. No comment. Como Marta Sánchez… desesperada !!
Al final, has llegado a la misma conclusión que yo, y que tantas veces he compartido contigo. Para criar-educar a los hijos solo falta amor, paciencia y buen humor. Nuestra generación no necesitó libros para criar-educar; es verdad que el entorno y las circunstancias no eran las mismas, pero los ingredientes siguen siendo, básicamente los mismos. Espero y deseo que te lean muchas madres primerizas y encuentren el "equilibrio" necesario para criar-educar, equilibrio que no encontraràn en los "libros de crianza de niños" publicados.