Juro que este no es un post sobre maternidad.
Ser madre es lo más difícil que he hecho nunca. Muchas veces me descubro cuestionando mis decisiones. Lo que más me está costando últimamente es que no consigo descifrar el código para que mis dos hijos mayores se lleven bien. P y CA se pelean TODO el tiempo. Y lo que es peor, se chivan el uno al otro:
"¡Papá! CA no recoge sus juguetes".
"¡Mamá! P ha dicho “fuck”!".
En estos casos, tengo dudas sobre si regañar a P por decir palabrotas, a CA por no recoger los juguetes o a los dos por chivarse el uno del otro. Además, ¿cómo no van a decir "fuck" los niños? C y yo lo decimos todo el rato.
La primera vez que CA dijo "fuck" en inglés, estaba indecisa: no sabía si enfadarme con ella o sentirme orgullosa de su perfecta pronunciación inglesa? Vereis, mis hijos están creciendo en tres idiomas (valenciano, italiano y sueco) y C y yo hablamos inglés entre nosotros, pensando que es nuestro idioma secreto... bueno, pues ya no lo es. Por lo visto, todo este tiempo han estado prestando atención y resulta que entienden el 95% de lo que decimos. No obstante, creo que he resuelto el tema de las palabrotas de forma muy inteligente. Mis hijos sólo pueden decir palabrotas en inglés. Probablemente se deba a mi propia educación. Cuando yo era pequeña, vivimos unos años en el Reino Unido. Mis padres eran muy estrictos con las palabrotas en mi lengua materna, así que me suenan muy mal. Me resultan vulgares y groseras. Pero podíamos decir palabrotas en inglés. Por alguna extraña razón, eso era aceptable y extrañamente liberador. He adoptado el mismo enfoque.
Al menos hay un aspecto de la comunicación con mis hijos con el que no tengo problemas: la biología. La conversación de biología de hoy es con CA.
Mamá, ¿tienes una vaca dentro de tu cuerpo?
¿Por qué iba a tener una vaca dentro de mi cuerpo?
¿Para hacer leche para nosotros cuando éramos pequeños?
Estoy segura de haber abordado con ellos todo el tema de "cómo se hacen los niños". Incluso utilicé el atlas de anatomía para ilustrar el asunto porque, con mis palabras, no podían imaginarse la vagina, el útero, los ovarios ni la implantación del embrión. Abarqué todo el asunto, relaciones sexuales incluidas. Cuando me preguntaron cómo nuestras vecinas, que son una pareja del mismo sexo, podían tener dos hijas, cubrí las posibilidades, desde la donación de esperma a la adopción.
Al parecer, olvidé hablar de la lactancia materna y de cómo se desarrollan las mamas para alimentar a las crías, lo cual es irónico porque he leído mucho sobre tetas. He visto tantas y examinado físicamente tantas que quizá por eso me salté ese aspecto de la vida de los mamíferos. Trato a pacientes con cáncer de mama; ése es mi trabajo, el que hago todos los días, y la mama me parece un órgano fascinante. Supongo que por eso no he tratado con mis hijos las complejidades funcionales de dicho órgano. Es difícil simplificar las cosas cuando tienes tantos datos en el cerebro. Todo parece ser importante. Aunque visto con los ojos de una niña que ahora pregunta si escondo una vaca en mi cuerpo para producir leche, quizá sea mucho más sencillo de lo que imagina.
Ser médico desmitifica el cuerpo humano hasta el punto de que la gente se siente incómoda con mi soltura con la desnudez y la anatomía. Me importa un bledo ponerme el bañador en la playa. Cuando C me vio, por primera vez, quitarme despreocupadamente el bikini mojado para proceder después, aún más despreocupadamente, a ponerme la ropa interior seca sin prisas me dijo educadamente: "Ana, aquí hay gente", a lo que yo le comenté: "C, nadie está mirando, y la desnudez está en todas partes en Internet así que dudo que a nadie que esté mirando le impresione la mía".
Otro ejemplo de mi comodidad con el cuerpo humano es que mis hijos utilizan un lenguaje anatómicamente correcto. En mi casa se dice pene y vulva. No tolero ninguno de esos estúpidos eufemismos. En español, serían cosas como "cosita" por vulva o "pito" por pene. Absurdo, ¿no?. En las escuelas suecas, utilizan los términos "snopp" y "snippa" para infantilizar las zonas púbicas. Me cabrea que elijan ser analfabetos de esa manera. Incluso a C le cuesta no errar y a veces se le cuela algún "guisantito" (pisellino en el original italiano) para referirse al pene. Le costaba mucho decir vulva. Cuando me di cuenta, me pasé una semana entera espolvoreando al azar las palabras vulva, vagina, pene, escroto y testículos en nuestras conversaciones. C no paraba de reírse, y cuando le dije: "C, ¡es que no lo entiendo! Si grito ¡HÍGADO! ¡PULMÓN! ¡COLON! ¿lo encontrarías igual de divertido?" Resulta que, en ese contexto concreto, hígado, pulmón y colon eran palabras desternillantes. Pero resolví el problema idiomático de un plumazo.
La risa es un ingrediente básico en mi casa. Podemos gritar y pelearnos, pero también podemos reírnos de cualquier cosa. Mis hijos creen que mi imitación de Moto Moto se merece un Oscar, y siempre consigo hacerles reír con eso, sobre todo a mi marido, que me mira, posiblemente pensando: "¿Cómo se las ha arreglado para conseguir doctorarse en Medicina?" mientras me beso los bíceps. Me encanta hacer reír a mi marido. Es uno de los superpoderes que ambos conservamos, incluso después de 11 años juntos. La risa es un idioma que hablamos sin esfuerzo: él puede decir algo que me haga reír histéricamente hasta que me duelan los costados, o yo puedo decir algo y él, en silencio, ponerse rojo, las narinas aleteando y sacudiendo los hombros arriba y abajo mientras se le llenan los ojos de lágrimas. Nuestros hijos nos ven y se ríen aunque no entiendan el chiste. Tengo tres teorías sobre por qué lo hacen:
- Por solidaridad. No quieren que nos riamos solos.
- Por presión social. Como yo, que no entiendo los chistes suecos pero domino el arte de empezar a reírme de ellos una fracción de segundo después de que la gente a mi alrededor haya empezado a reírse.
- O porque la risa es contagiosa.
Hoy en día, me inclino a pensar que es esto último. Sobre todo porque mis hijos mayores están desarrollando una forma de decir lo que piensan sin reservas. P escuchará una canción y sentenciará: "Las letras de esta canción no tienen ningún sentido". O CA mirará un dibujo que hice a petición suya y su veredicto será: "Mamà, tu unicornio es bastante feo". Así que sí, me apunto a la teoría de que "la risa es contagiosa".
Me encanta la risa; es el único ruido que hace nuestro cuerpo que, aunque suene ridículo, le sienta bien a todo el mundo.
La risa resuena en todas tus cavidades: boca, nariz, senos paranasales, tráquea, bronquios y pulmones.
Puedes reírte con el estómago y las tripas.
¿Alguien se ha meado de risa? (lo digo mientras levanto la mano). Es tu vejiga la que está participando.
Incluso los penes, los úteros y las vaginas retumban con el eco de la risa.
Se m'ha quedat curt!! Per això te dig que es bonico el que has escrit.
🙋🏽♀️