Instalación artística de luz en Lund, Suecia 2017. Fuente aquí.
C y yo estamos criando a tres niños con los que jugamos involuntariamente a nuestra propia versión de "Sillas Musicales" casi todas las noches. En nuestra versión kafkiana, la música se sustituye por "Mamá, quiero dormir contigo", y las camas sustituyen a las sillas. Lo curioso es que por la mañana siempre hay al menos una cama vacía. Sabes dónde te vas a dormir; no sabes dónde te vas a despertar.
Me preocupa la falta de información sobre los extravagantes ritmos circadianos de los niños. ¿Por qué se necesitan bombas para despertarlos a las 7 de la mañana entre semana, pero luego están corriendo alegremente por la casa gritando "TENGO HAMBREEEEEE" a las 5:30 de un sábado? ¿Qué clase de reloj interno de mierda es ese? La semana pasada, cuando E cantaba a pleno pulmón a las 6 de la mañana "Beat it" (sí, la canción de Michael Jackson), le dije a C: “Sólo nos quedan 15 años de esto". La triste respuesta de C fue: "No creo que yo dure 15 años más".
Para que os hagáis una idea de la falta de sueño que arrastro, me apunto a congresos científicos sólo para tener una habitación de hotel propia, y me escapo de las cenas con colegas para acostarme a las nueve de la noche. La deprivación de sueño es una forma de tortura y yo empiezo a mostrar signos de trastorno por estrés postraumático.
"El cielo es un lugar donde nunca pasa nada". Oigo muchos escritores decir que no escribamos sobre el gozo, que no vende. Es demasiado aburrido. No sé, no lo veo. Personalmente, lo que más me gusta de la idea del cielo es que no pase nada. Ni frío ni calor, ni aquí ni allá. Nada de sobresaltos ni arrebatos. Nada, qué bien suena.
Sin embrago, toda mi educación transcurrió en colegios de monjas donde me contaron que el Cielo es donde está la acción. Siempre había alguna foto de la versión de Bernini del Éxtasis de Santa Teresa en los libros de religión que tuve en primaria, secundaria y bachillerato. Echadle un vistazo a la cara de Santa Teresa experimentando euforia divina. Si es así lo que nos espera en el más allá, lo único que puedo decir sobre el éxtasis perpetuo, al igual que el tormento eterno, es que me parece agotador. Gracias, pero no gracias, casi que me tomo una manzanilla y me piro a la piltra.
Hay una canción de Nacho Vegas en la que llama a todos a su lecho de muerte para despedirse de ellos. La canción es oro puro. En un momento dado canta:
Y no me habléis de eternidad.
No me habléis de cielos ni de infiernos.
No veis que yo le rezo a un dios
que me prometió
que cuando esto acabe
no habrá nada más
Fue bastante ya...
Esta canción resume perfectamente mis sentimientos sobre todo lo relacionado con la "Eternidad". Hablando de este tema con mi madre, como todas las mujeres católicas hacemos de vez en cuando. Le expliqué mi teoría:
"Mamá, creo que no quiero que exista el Cielo".
"¿Y eso?
"No sé, la idea de descanso eterno me encanta. Que no pase nada, dormir eternamente, sin más”
"¿Y el Infierno?"
"¡Oh, sí! El Infierno tiene que existir. Lehman Brothers y sus secuaces tienen que sufrir perpetuamente; la justicia tiene que darse".
"¿Y qué pasa con la gente buena que tuvo una mala vida? ¿No se merecen el Gozo Eterno?"
"Por supuesto, que lo tengan si es lo que quieren. El Cielo podría ser una experiencia del tipo "elige tu propia aventura"".
Mi madre no está muy convencida. Fue educada en la idea de que el Cielo es un asunto de talla única. A mí, en cambio, me enviaron a un colegio de monjas progresistas. Veo a Dios como una entidad flexible. Al exponer mi idea, algunas personas han comentado: "Espera, ¿así que mientras algunas personas se divierten durante toda la Eternidad, tú dormirías?". Y sé que sólo lo dicen por el bien establecido fenómeno del FOMO (Fear Of Missing Out, o miedo a perderse algo, en inglés, para los menos versados en slang de Whatsapp). Lo que ellos no saben es cuando nació mi hija me pasé un año entero sin smartphone. Por aquel entonces la vida real ya era demasiado, así que minimicé mi exposición a la vida virtual al máximo. ¿Sabéis lo que pasó ese año? ¿Lo que me perdí? NADA. Así que sé a ciencia cierta que el FOMO es un invento maquiavélico de Meta y Google para que sigamos volviendo a por más. Como una droga que no se vende en la calle. Ahora soy inmune al ruido que se vende en bolsitas etiquetadas como "entretenimiento". No, miento, en realidad siempre caigo en la trampa de ver el vídeo de YouTube que “no te puedes perder” y tres horas más tarde salgo del agujero siendo una experta en "Freelee, the Banana Girl", “el Movimiento de Liberación de los Gordos” o “Cómo lograr la dominada perfecta desde la comodidad de tu sofá”. No soy ni más sabia ni mejor persona por ello, sólo tres horas más vieja. Y esa, queridos lectores, es mi idea del Infierno. Yo pondría a Stalin a ver tutoriales de maquillaje indefinidamente. El castigo debe ajustarse al crimen.
En definitiva, la idea de NADA por toda la Eternidad suena relajante y sublime. Yo añadiría incluso celestial. ¿Qué trae el menú? ¿Descanso eterno? A mí que me pongan dos raciones.